La labor de cuidar es una de las más gratificantes que pueden existir y, a su vez, de las más sacrificadas, pues el cuidador pasa muchas horas con la persona dependiente bien sea por cuestión de edad o alguna enfermedad. De una forma u otra, esta relación entre cuidador y la persona dependiente genera un vínculo que debe cuidarse de manera recíproca para el bienestar de ambos.
El cuidador es una figura clave para desempeñar aquellas funciones que permitan a la persona en situación de dependencia una mayor autonomía, cuidados físicos y también emocionales. Por tanto, sus cualidades y aptitudes deben ir más allá del simple hecho de cuidar. Debe respetar a la otra persona y empatizar con sus necesidades, miedos, dificultades…, mejorar su autoestima, ayudarle a mejorar su calidad de vida, en definitiva.
La persona dependiente debe aceptar su nuevo rol y aceptar a esta persona, que, a fin de cuentas, será la encargada de cuidarle. Una relación, entre cuidador y la persona dependiente, que va más allá de la atención de un profesional, será su apoyo, un amigo, donde la confianza y el respeto mutuo llegarán a construir una relación sólida que beneficiará a las dos partes.
En este sentido, el adulto mayor o dependiente debe saber que cuenta con un apoyo y no con una persona que está allí para vigilarle. Un apoyo con el que se sentirá protegido y atendido en todo momento, que velará por su salud y le ayudará en todo lo necesario para garantizar su bienestar.
Cuidados para un cuidador
Pero, para poder cuidar a una persona dependiente, el cuidador debe estar en óptimas condiciones físicas y mentales, ya que es inevitable el desgaste que sufren estos profesionales que dedican gran parte de su tiempo a cuidar de otros, descuidando muchas veces sus necesidades propias. Es lo que se conoce como síndrome del cuidador quemado, también llamado burnout del cuidador, en el que se produce un estado de agotamiento a nivel físico, mental y emocional que merma sus capacidades personales.
Dicho agotamiento aparece cuando el cuidador intenta hacer más de lo que puede y se ve sobrepasado. Se siente culpable al dedicar tiempo a sí mismo y sus necesidades y esta situación llega a producirles ansiedad, culpabilidad, estrés, cansancio e incluso puede llegar a experimentar una depresión.
Señales que nos alertan de estar sufriendo síndrome del cuidador quemado:
- Agotamiento, irritabilidad, ansiedad.
- Pérdida de interés en hacer cosas que le gustan y realizar actividades que antes hacía.
- Aislamiento, no queda con amigos o familiares como hacía habitualmente.
- Sentimientos negativos hacia la persona dependiente.
- Empeoramiento de la salud a nivel físico y psicológico.
Ante esta situación, lo importante es pedir ayuda al entorno más cercano e incluso, ayuda profesional. El cuidador debe aprender a poner límites entre su trabajo y su vida, lo que no implica descuidar a la persona a la que cuida, simplemente es saber gestionar la vida laboral de la personal. Para cuidar correctamente a otros, debemos cuidarnos primero a nosotros mismos.
Separar estos ámbitos es esencial para ofrecer una asistencia óptima al 100% y conseguir establecer una relación sana consigo mismo y con la persona a la que se cuida. Nuestros profesionales, además de contar con las aptitudes y experiencia necesaria en el cuidado de mayores y personas dependientes, cuentan con las capacidades necesarias para llevar a cabo esta actividad.
Personas acostumbradas al trato con mayores, dependientes y enfermos a los que cuidan siempre con paciencia, mostrando empatía hacia ellos, con profesionalidad y una clara vocación de servicio. En mSoluciona nos adaptamos a las necesidades de cada paciente y siempre, cuidamos de ti.